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TOY CONFUNDÍ


Delia es una mujer campesina muy trabajadora, que ha venido a la ciudad, desde una lejana comunidad donde vive, a vender sus gallinitas al mercado, y con ese dinero, comprar algunas cosas que necesita.
Su primer impacto visual al llegar a la ciudad fue las numerosas pintas en las paredes. Solo le bastó mirar las casas en los cerros para leer un sin números de nombres de candidatas y candidatos. Siguió caminando y encontró a su paso enormes gigantografías con las fotos de las y los candidatos mostrando la mejor de sus sonrisas. ¡Qué amables son estas personas! - pensaba.
Apenas caminó unas cuadras cuando simpáticos jóvenes con polos estampados de un partido político le entregaban volantes y le pedían que vote por su candidato, argumentándole que él era la mejor opción y que le ayudará a salir de la pobreza. Ella se preguntaba ¿cómo era posible que ese señor la saque de la pobreza si no la conocía? Además ella sabía muy bien que para salir de la pobreza tenía que trabajar muy duro en su comunidad, levantarse muy temprano todos los días, cocinar, lavar, atender a sus hijos, ayudar en la chacra a su esposo y criar a sus animalitos, para venderlos en la ciudad y poder comprar víveres.
Iba caminando pensativa cuando al voltear la esquina, la sorprendieron bulliciosas bocinas de autos y motocars, que llevaban flameando banderas de un partido político, con silbatos y alto parlantes, entonando una canción pegajosa que invitaba a los vecinos a votar por su candidato.
A estas alturas la pobre Delia se sentía tan confundida. ¡Toy confundí! ¡Cuántos candidatos! No sé por quien voy a votar- decía. Sin embargo recuerda que cada cuatro o cinco años, personas extrañas se acercan a su comunidad en lujosas camionetas, regalándoles arroz, fideos, polos y a cambio, les piden que voten por ellos. Después que pasan las elecciones, no los vuelve a ver jamás. Tampoco sabe quiénes son, ni le interesa saberlo, porque con el tiempo ha aprendido que solo con su trabajo y el de su esposo, sacarán adelante a su familia.
Recuerda como en una oportunidad unas personas llegaron hasta su casa y le dijeron que le pagarían si ella hacía cambio de domicilio. Sólo tenía que ir a la RENIEC y le escribieron en un papelito la nueva dirección que debía declarar para que aparezca en su DNI. Ella se asustó mucho con esta propuesta. ¿Por qué querían esas personas que se cambie de domicilio? ¿Acaso se querían quedar con su casita y su chacra? Ella no se los permitiría. Esas tierras las heredó de sus padres y cualquier extraño no va a venir a quitársela. Se armó de valor y levantando la voz les dijo que se marcharan porque sino ella los agarraría a palos. ¡Qué caray!
Hasta que por fin llegó al mercado, vendió sus gallinas y compró las cosas que necesitaba para llevar a su casa. ¡Qué diferente era su comunidad! No había tanto ruido, las casas eran humildes pero no estaban pintarrajeadas. No había ruido de bocinas ni silbatos, ni gente entregándole volantes que luego los tiran, ensuciando las calles. Apuró el paso hasta el paradero que la llevaría de retorno a su comunidad, feliz porque pronto estaría nuevamente con su familia y lejos de eso que llaman “campaña electoral”.

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