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LAS MUJERES DE AYER Y HOY


Si hace unos treinta años yo le hubiera dicho a mi abuela que quería ser Presidenta de la República, ella se hubiera reído de mí. Ella, como muchas mujeres, perteneció a la generación en que las mujeres se dedicaban íntegramente a la casa, a las tareas domésticas, al cuidado de los hijos, a atender y agradar a su marido.

Las mujeres de su época recibieron la herencia de la palabra “sacrificio”, que significaba que en su rol de mujeres, les correspondía hacer todo tipo de sacrificios para hacer feliz a otras personas, sin importar sus deseos, sus aspiraciones, sus ilusiones, su crecimiento personal o profesional.

Tenían que sacrificarse a favor del desarrollo de sus esposos. Como ellos trabajaban y ponían el dinero, entonces ellas debían atenderlos todo el tiempo, desde que llegaban a casa, hasta que volvían a salir al día siguiente temprano para ir a trabajar.

El hombre se sentía poderoso, tenía la comida lista, la ropa limpia y planchada, el refresco bien helado y la cama calientita. Tomaba las decisiones en la casa, con la mujer y los hijos. Él decidía que se va hacer o qué cosa no se hacía. Su palabra era ley.

Como tenía más tiempo disponible, después del trabajo, podía seguir capacitándose, leer los diarios, tomarse un café con los amigos, hablar del acontecer diario, del arte, cultura, de deportes y de política también. Mientras los hombres dedicaban su tiempo a estas agradables tertulias, las mujeres tenían que seguir con las tareas de la casa preparando la cena, dar de comer a los hijos, lavar los platos, dejar ordenado las cosas y la lonchera para el colegio del día siguiente.

Acostar a los niños y hacer que se duerman, no ha sido tarea fácil en esa época, ni lo es ahora tampoco; pero creo que antes se complicaban más las cosas porque no había la televisión a colores, y si es que había, lo era en blanco y negro. Su transmisión era mala, lluviosa, poco nítida y apenas dos o tres canales, no había mucho que escoger ni mirar.

No se contaba con muchos recursos que facilitaran la distracción de los chicos después de cenar; por ese motivo la mamá era nuevamente la sacrificada, porque tenía que acompañar a los hijos hasta que se durmieran, no sin antes contarles los cuentos tradicionales y otros que requería de mucha imaginación y que ella hábilmente los inventaba, hasta lograr que los niños se quedaran dormidos.

Pero el día de las mujeres no terminaban allí, porque luego tenía que seguir con la planchada de la ropa, - recuerden que antes todas las prendas se tenían que planchar- porque después de lavarlas quedaban super arrugadas y no eran las telas de ahora que son “de lavar y usar”(wash and ware). Es más, recuerdo que las abuelas tenían que lavar las camisas blancas y echarles un tinte azul. Cuando secaban tenían que almidonarlas y plancharlas porque esa era la moda, sin contar que antes se usaban las planchas a carbón, que era toda una jarana esperar que prenda el carbón, soplar y soplar para luego tener la habilidad de planchar sin que salpique el carbón a la ropa.

Bueno, yo me alegro de haber nacido y vivido en otros tiempos donde la mujer puede estudiar, trabajar, tomar decisiones, tener independencia, poder ver la televisión a colores con cientos de canales, artefactos eléctricos que facilitan nuestro trabajo, ropa que se lava y se pone y hasta está de moda ponerse alguna ropa sin planchar. Tenemos computadoras y teléfonos celulares.

En casa, el hombre ya no es el que manda ni dispone, las relaciones se han vuelto más democráticas y ahora se ponen de acuerdo y distribuyen las responsabilidades. Las mujeres podemos ir a tomar un café con las amigas o amigos sin arriesgarnos que alguien nos señale con los dedos.

Si mi abuela viviera, hubiera visto que ya hay varias Presidentas mujeres en el mundo y estoy segura que ya no se hubiera reído, sino me habría motivado para que yo sea una de ellas.

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