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UNA NAVIDAD SIN PAPA NOEL


Cómo recuerdo aquellos días cuando éramos niños y en las fiestas navideñas creíamos que Papa Noel era un gordito simpaticón vestido de rojo, abundante barba blanca, prominente barriga y era tan bonachón que nos traía los regalos que le pedíamos si nos portábamos bien durante el año.

Por otro lado, nuestros padres nos aseguraban que Papa Noel dejaría de traernos los regalos si nos portábamos mal, es decir, Papa Noel era tan inteligente que lo sabía todo, que llevaba la cuenta de que niño se portaba bien o se portaba mal. Por cada falta o travesura que cometíamos, ese gordito se las ingeniaba para ir descontado los juguetes de la larga lista que hacíamos.

Toda esa magia de la Navidad se truncó cuando un día comenté a mis padres - que eran personas de escasos recursos económicos - que le pediría a Papa Noel que me traiga una bicicleta. Recuerdo que ellos se miraron desconcertados y guardaron silencio. Yo me preguntaba por qué Papa Noel le trae bicicletas nuevas a mis amiguitas del barrio pero no a mí y eso que ya iban como tres años que se la pedía ¿Será que le caigo mal? ¿Será que en realidad no ha leído mi carta? ¿Será que Papa Noel escoge a las personas antes de darles el regalo?

Me sentía muy frustrada porque Papa Noel no atendía mi especial pedido y en la noche buena mientras dormía, me dejaba juguetes muy baratos y no precisamente los que yo le había pedido, como por ejemplo una muñeca Barby, la muñeca preferida de toda niña de esa época, cuando las Barbies eran importadas y originales, o sea que costaban mucho dinero y para la gente pobre como mis padres, era un lujo comprar esa muñeca. Lo peor que en ese entonces, no habían imitaciones como las hay ahora y muy buenas superando muchas veces al original y a precios realmente bajos.

Yo no entendía por qué ese gordito que ya no me estaba resultando tan simpaticón, se la había agarrado conmigo y no me traía lo que le pedía. Yo me había empecinado que ese año me trajera una bicicleta o sino nada. A mi mamá no le quedó más remedio que contarme la verdad. Ellos - mis padres - eran los que realmente compraban los juguetes y que Papa Noel no existía, que era una fantasía, era sólo una dulce mentira de los adultos para que los niños se portaran bien durante el año y alegrarlos en Navidad. Que había tantas necesidades en casa que era imposible poder comprarme la famosa bicicleta.

No pude evitar la sensación de un nudo en la garganta ¿por qué me habían mentido todos esos años? Fue una gran decepción, pero cuando le comenté ese triste episodio a mi amiguita íntima, ella también me dijo que sus padres le habían confesado la verdad pero que le aconsejaron no contárselo a los otros niños del barrio. Me sentí más aliviada con esa confidencia y nunca se los contamos a nuestros amiguitos hasta que sean sus propios padres quienes le confesaran semejante secreto.

Desde allí la Navidad perdió su encanto porque ahora tenía que pedirles las cosas o regalos a mis padres, quienes dentro de sus posibilidades, satisfacían escasamente mis pedidos. De eso a la fecha ya han transcurrido muchísimos años, y ahora he comprendido que la Navidad es una época de magia para los niños, pero también he comprendido que la Navidad es una época para compartir, no una rica cena o regalos, sino para compartir una mezcla de sentimientos, alegría de estar cerca a nuestros seres queridos y también nostalgia por aquellas personas que ya no están a nuestro lado.

La Navidad también es pensar que ese niñito que nació algún día en un pesebre, sea el pretexto perfecto para unir a la familia por más lejos que se encuentren unos de otros y es una oportunidad para pedir perdón o disculpas a aquellas personas que muchas veces sin intención las hemos lastimado. Gracias Papa Noel por hacer la magia de la navidad en los niños.

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