English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

MARCELINA, UNA VÍCTIMA MÁS


Marcelina era golpeada por su esposo. Ella pensaba que él tenía derecho a golpearla cuando se molestaba porque ella planchaba mal la camisa, cuando la comida le salía subida de sal. Pensaba que ella se merecía un “castigo” por haber hecho mal sus obligaciones; además su esposo era el “jefe” del hogar y tenía toda la razón de reclamar y golpearla.

Marcelina después que su esposo la golpeaba, se sentía feliz, porque sabía que después de su enojo, él vendría a pedirle perdón por su agresividad y por unos días sería muy amoroso. Esta situación no le parecía extraña, pues desde niña había visto a su padre hacer lo mismo con su mamá. Además su mamá le enseñó que a los hombres hay que atenderlos, servirlos, por eso desde muy pequeña atendía a su papá y hermanos.

También recordaba que la primera vez que su esposo la golpeó, se lo contó a su mamá y ella le comentó que las mujeres debían aguantar los golpes, pues los esposos tenían razón cuando castigaban a las esposas por haber hecho alguna cosa mal y que esos golpes demostraban el interés de los esposos en “corregirlas”, demostraban el amor que sienten por ellas. Marcelina no lo entendía muy bien, pero lo aceptaba, total todas las mujeres que conocía pensaban igual.

Los hombres de su comunidad tenían la creencia que las mujeres eran seres inferiores a las que se les podía insultar, maltratar y ellas tenían que obedecer sin reclamar. Esto se debía entre otras cosas, porque las mujeres no trabajaban y dependían económicamente del marido. Marcelina tenía que preocuparse de tener contento a su esposo, pues pensaba que si él se iba de la casa, ella sola no podría mantener a sus tres hijos. Además, en su comunidad, era mal visto que una mujer se quedara sola, era despreciada. “Por algo la habrá dejado” diría la gente, “seguramente es una mala mujer por eso la ha abandonado”.

Un día se realizó una fiesta patronal en su comunidad. Todos estaban muy felices, se habían repartido el trabajo en comisiones. Mientras las mujeres cocinaban y servían, los hombres tomaban. Una potente banda tocaba alegres melodías. Cuando los hombres ya estaban mareados, recién se animaban a invitar a bailar a sus parejas.

De pronto Marcelina se da cuenta que dentro de los asistentes se encuentra un primo al que hacía muchos años no veía. Se acercó a él y lo abrazó, recordando cuando niños, ellos y sus otros primos jugaban, cantaban, saltaban. Cuántos juegos inventaban… ¡eran épocas de mucha felicidad! ¿Cómo no alegrarse de ver a su primo?

Un vecino que estaba viendo la escena, codeó al esposo de Marcelina y le soltó un comentario mal intencionado. El esposo ya estaba aturdido por el alcohol y observó cómo Marcelina cogía del brazo a su primo y lo acercaba donde estaba él. Ella le explicó quien era el visitante y porque se sentía contenta de verlo.

El esposo ya no entendía nada. Sólo le había quedado el comentario mal intencionado de su vecino. Los miró con desprecio y siguió tomando. Marcelina sintió miedo, conocía muy bien esa mirada, sabía lo que vendría después. Se disculpó de su primo y volvió a la cocina.

Cuando la fiesta terminó ella regresaba a casa al lado de su esposo, caminando ambos en silencio. De pronto ella sintió un golpe en la cara, luego vino otro, una patada y otras más, cayó al suelo gritando de dolor. Él no hablaba, sólo la golpeaba. Marcelina pensaba en sus tres hijitos, en sus caritas felices, en cómo ellos corrían a abrazarla cuando llegaba a casa. Ese fue su último pensamiento, una pedrada certera en la cabeza le quitó la vida. Su esposo al darse cuenta que ella ya no respiraba, se fue corriendo, dándose a la fuga.

Esta triste historia, es sólo una de tantas que se vienen dando. El los últimos meses vemos con alarma cómo muchas mujeres son asesinadas de la forma más cruel por sus parejas. Pero lo que más me preocupa es ver la lentitud e indiferencia de las autoridades, de la sociedad civil y de las propias mujeres. ¿Cuántas muertes más deben suceder para que tomemos conciencia?

La violencia contra las mujeres un problema latente que nos debe preocupar a todas y todos. Es un problema urgente que debemos afrontar, no podemos dejarlo para mañana. Hagamos propuestas, reunámonos con las autoridades para hablar del tema, busquemos alternativas de solución orientadas a valorizar la imagen de las mujeres. Esto nos puede suceder a todas, no queremos más Marcelinas.






QUE PUTIS NO SEA UNA NOTICIA MÁS


Que si la Magaly Medina paga la multa para que no vuelva al penal; que si lo de Michael Jackson fue un asesinato o no; que si la hija de la empresaria Miriam Fefer es o no la autora intelectual junto con su pareja, de la muerte de su madre; que si la Abencia Meza pagó para que mataran a Alicia Delgado; que si al Marco Antonio lo mataron por venganza o por robarle. Todos estos casos ocupan ya hace un buen tiempo, grandes titulares en los diversos medios de comunicación.

Oye, pero lo de Putis?

¿Putis? ¿Qué, te refieres a algo de prostitución?

¡No hombre, lo de la matanza de Putis en Ayacucho!

¡Ah, no sé! ¿De qué se trata?

¿Qué no estás enterado? Este hecho ocurrió hace 25 años en la comunidad de Putis, cerca a Huanta, Ayacucho. A fines del año pasado se desenterraron dos fosas grandes, una de 8m x 4 m y la otra de 4 m x 2 m . Se encontraron los restos de más de 100 personas, entre niñas, niños, mujeres y hombres, personas inocentes que fueron llamadas por los militares, con engaños, con el pretexto de brindarles protección contra los subversivos, que en aquella época dominaban diversas comunidades de Ayacucho e incursionaban en las comunidades solicitándoles apoyo.
Cuando los comuneros estuvieron reunidos en la escuela, les hicieron cavar dos pozas con el pretexto que se desarrollaría un proyecto de piscigranjas, y terminaron asesinándolos porque había la sospecha que entre sus miembros se encontraban algunos subversivos; después de matarlos, se apropiaron de su ganado, los vendieron y obtuvieron muy buenas ganancias.

¿Cuántas personas como tú desconocerán este caso? Pienso que muchas. Porque lo escandaloso, lo de la farándula pega más, vende más. Nos hemos vuelto indiferentes ante la muerte de otros peruanos, especialmente los del interior del país. Todos los días grandes titulares en los medios de comunicación nos muestran, hasta con cierta morbosidad, personas asesinadas en asaltos, secuestros, atropellos. Casi sin darnos cuenta esas imágenes mostradas cotidianamente nos han vuelto insensibles.

Lo de Putis es una muestra más que cuando existe conflicto social, la peor parte siempre se la lleva la población más vulnerable, quienes son como el relleno de un sánguche, porque cuando llegan los subversivos a su comunidad, les piden colaboración y los obligan a hacer algunos trabajos. Cuando llega la fuerza militar también les pide colaboración y les obligan a hacer algunos trabajos. Si los subversivos se enteran que colaboran con las fuerzas militares, los tildan de enemigos, los asesinan. Igualmente sucede son los militares.

Hoy sus familiares claman justicia y que se castigue a los asesinos. ¿Pero qué pasará con ellos? ¿Qué estará pasando por sus mentes y corazones? El Estado no sólo está obligado a entregar reparaciones económicas, sino también brindarles tratamientos psicológicos.
Los familiares deben entender que lo que pasó en Putis fue un episodio negro que nunca merecieron vivir. Debemos hacer esfuerzos, movilizaciones, para que la justicia llegue pronto y la esperanza vuelva a ellos. Que comprendan que en nuestro Perú también existe gente buena y honesta que está luchando para que Putis no caiga en el olvido ni impunidad. Es responsabilidad de todas y todos que eso no ocurra y que Putis no sea una noticia más.

LAS MUJERES COMO MI MADRE Y ABUELA


Las mujeres como mi madre y abuela, crecieron con la idea que la meta de una mujer, era casarse con un “buen partido” (no se referían a ningún partido político), un hombre que tuviera una buena posición económica (o sea una abultada billetera) y si era de “noble apellido” (¿?), mucho mejor.

La idea más terrible que se podía cruzar por la mente de una mujer, en esos tiempos, era quedarse solterona, o sea a “vestir santos”. Un hombre maduro y soltero no sólo era el más codiciado del barrio, sino además, si la hacía larga para casarse, despertaba ciertas sospechas, como decían en aquella época…“solterón maduro…”

Las abuelas de aquella época se encargaban de enseñar a sus señoritas nietas los secretos mejor guardados de cocina. A los hombres “se les conquista por el estómago” decían las rollizas abuelas. Y es así, que cuando recibían en casa a los posibles candidatos, las abuelas, se encargaban de brindarles una taza de té, café y unos deliciosos bocadillos, tanto así, que con el tiempo, ellas empezaban a sospechar si el candidato venía por la damisela o por comer los suculentos bocadillos.

Bien, el matrimonio para las mujeres de aquella época, era una forma elegante de salir de casa, de la opresión de los padres; se sentían liberadas, aún cuando lo que les esperaba dentro del matrimonio, era algo mucho más duro. A las mujeres las preparaban para ser buenas amas de casa, tenían que saber cocinar, bordar, tejer y otras labores más. Mientras más cosas sabían hacer, eran mejores candidatas para el matrimonio.

Cuando se acercaba la fecha del matrimonio, los consejos de las abuelas no se dejaban esperar. Mi abuela por ejemplo le decía a mi mamá: “Hijita para tener feliz a tu marido, cuando llegue cansado de trabajar, recíbelo con una amplia sonrisa, abrázalo y dale un beso, no te quejes, no importa que tú hayas tenido un día negro, que tus hijos se hayan enfermado, que te hayas quemado la mano en la cocina, que tengas una ruma de ropa para lavar y planchar. Sigue sonriendo, le quitas los zapatos y le pones las pantuflas, alcánzale el periódico para que vaya leyendo, mientras espera que tú calientes y sirvas la cena”.

Mi abuela seguía aconsejando a mi madre: “Mientras él cena, no hagas preguntas indiscretas ni impertinentes, déjalo comer tranquilo y si de él nace comentarte algunas cosas, escúchalo con atención. No te olvides de hacer dormir temprano a los hijos, porque después él te pedirá ir a la cama y tú como buena esposa, tendrás que darle gusto en todo, aún cuando algunas prácticas te parezcan poco decentes, porque recuerda hijita que “lo que la mujer no lo da en casa, el hombre lo busca en la calle”.

Mi abuela se sentía importante cuando aconsejaba a mi madre y emocionada continuaba: “Recuerda que una buena esposa siempre tiene que satisfacer a su esposo. No importa si tú no sientes deseos o estás muy cansada. En este campo, “nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Trata de complacerlo y hazle creer que lo disfrutaste mucho, demuéstralo con suaves gemidos, no grites, no hay necesidad de que el barrio se entere”.

Así como mi madre, muchas mujeres de antaño, tuvieron que actuar frente a sus maridos, a reprimir sus verdaderos sentimientos, a guardar sus opiniones, a sacrificar sus emociones y aspiraciones, a fingir placer sexual cuando verdaderamente no lo sentían.

Me alegro mucho de vivir en esta época actual, donde las mujeres estudiamos, trabajamos y tenemos ingresos económicos (uno de los factores liberadores), decidimos si nos casamos o no, sin importarnos que nos digan solteronas. Tenemos más respeto por nosotras mismas y nos valoramos más. Podemos hablar abiertamente con nuestras parejas, opinar, ser escuchadas. Y por último, podemos decir no, cuando no queremos tener sexo, porque hemos comprendido que eso “si puede esperar para mañana” para no tener que fingir hoy.

¿Qué pasó con la "Señora Ley"?


Escuchar a una asistente de Congresista denunciarla de maltrato físico y psicológico nos demuestra varias situaciones y es ese contexto que vamos a opinar.

Nos ha causado sorpresa una situación indignante en la que una “madre de la patria” le ordene a su trabajadora lavarle los pies, quizás podría ser comprensible si la señora congresista contrató con su dinero y en su casa, a la trabajadora para que entre otras cosas, le lave los pies y la trabajadora lo aceptó como parte de sus funciones, quedando las reglas claras entre ellas. Y es comprensible que esta tarea no lo pudiera hacer personalmente la propia Congresista, debido a que su prominente barriga, le impediría agacharse para hacerlo ella con sus propias manos.

Creo que el cuestionamiento no viene por la tarea en sí, sino por la fuente del dinero que paga esos servicios. Primero porque el sueldo de la trabajadora es pagado con los fondos que tiene el Congreso, o sea, con el de nuestros impuestos, pero para hacer exclusivamente tareas auxiliares en el despacho de la Congresista.

En algunas oportunidades contratamos a personas, con nuestro dinero, para que se encarguen de lavarnos el cabello, cortarnos las uñas de manos y pies. Estas personas se ganan la vida haciendo esas tareas. Trabajo digno y honrado. Conozco a varias mujeres que trabajan prestando este tipo de servicios en los domicilios de quienes las contratan, y con ese ingreso han podido dar estudios a sus hijos y hoy son jóvenes profesionales que han salido adelante con el modesto y honesto trabajo de sus madres.

Lo otro es que según la denuncia, la “madre de la patria” la maltrató física y psicológicamente por haber cometido un error ortográfico y luego por haber suplantado su nombre en un correo electrónico. Fue tanta la ira de la congresista, que según la ex trabajadora, esto hizo que le provocase un sangrado ¿?. Bueno habría que analizar esta situación. Primero que nuestros trabajadores se merecen todo nuestro respeto y gratitud y no tenemos derecho a imponer nuestra autoridad en base a insultos, gritos, prepotencias, más aún cuando sabemos que son personas de escasos recursos económicos y dependen absolutamente de ese ingreso.

Pero también esta ex trabajadora ha demostrado tener grandes dotes histriónicas, llorando o simulando llorar con mucha facilidad y en forma sobreactuada, lo cual nos induce a pensar que hay algo o bastante de exageración, lo que hace poco creíble su versión, salvo por el carácter fuerte y prepotente que la señora Congresista ha demostrado tener a todas luces.

Sin embargo, no debemos distraernos del fondo de este asunto, que es el maltrato que ejerce una mujer a otra mujer, más aún cuando la Congresista es una persona que ha demostrado, por lo menos públicamente, defender los derechos de la mujer. Y es que eso pasa muchas veces, “no hacemos lo que predicamos” y eso en política es una práctica casi habitual.

Nadie puede dudar que la “madre patria” ha tenido una labor congresal muy eficiente al haber propuesto leyes importantes como la del “divorcio rápido” y el Registro de los Deudores Alimentarios, entre otras leyes, pero también es sabido, que esto le ha hecho ganar la antipatía de algunos de sus colegas, sobre todo de aquellos que tienen “rabo de paja”. Si la Congresista observó esa conducta en su ex trabajadora, debió retirarla y denunciarla, sin que se haga mayor escándalo.


Nuestra congresista olvidó que en política nada es casualidad. Que en política un mínimo error puede ser aprovechado por sus oponentes, especialmente si se percibe que ella puede ser una buena competidora en las próximas elecciones. La congresista también olvidó que la honestidad y la lealtad en política, es un bien preciado y muy escaso, porque muchas veces la gente que está a nuestro alrededor, nos sirve y halaga mientras le seamos útiles, pero que la situación cambia cuando hay alguien que le toque mejor la música.

Espero que toda esta situación se aclare, porque nada bien le hace a la imagen de las mujeres. Sin embargo me queda una duda, ¿Será que en el Congreso hay lavatorios para lavarse los pies, secadoras de cabello, camillas para masajes, cremas antiestrés? Oh! Si es así ¡yo también quiero ser Congresista!