Los niveles de corrupción casi no están asfixiando. Lo vemos continuamente en los medios de comunicación. ¿Serán las autoridades las únicas responsables de tanta corrupción? Es necesario plantear lo siguiente: Para que exista corrupción debe haber en escena por lo menos dos personas: El que corrompe y el que cae en corrupción. Un binomio casi perfecto.
Acaso no nos es familiar el dicho: “No importa que robe con tal que haga obras” es decir no importa que robe porque creemos que no es nuestro dinero el que se llevan y por lo tanto no nos afecta directamente, pero sí que haga obras en nuestro barrio, aunque los demás estén fregados y la autoridad siga robando. ¿Esto no es corrupción?
Veamos, si trabajamos en una institución pública o empresa y nos llevamos a escondidas: papel bond, lapiceros, perforadores y otros útiles de escritorio, para que nuestros hijos hagan las tareas ¿Eso no es deshonestidad?
Cuando nos pagan por trabajar ocho horas diarias y sólo lo hacemos cuatro horas porque el resto del tiempo nos la pasamos hablando por teléfono, enviando mensajes de texto a nuestros amigos y familiares, chateando en la computadora o haciendo los trabajos que nos dejaron en la maestría o en cualquier otro curso de capacitación ¿Acaso no es corrupción cobrar por lo que no trabajamos?
No nos gusta hacer colas y esperar nuestro turno, por eso siempre buscamos una forma ingeniosa para ser atendidos lo más pronto posible, aunque atropellemos los derechos de otros que están antes que nosotros. Dar “una propinita” al empleado público para que agilice nuestros documentos ¿Será corrupción?
Hay eternos dirigentes que año tras año dicen que defienden los intereses de la comunidad o del barrio. Hacen marchas, denuncias, van a los medios de comunicación, presionan y de pronto callan, desaparecen, sin embargo luego los vemos a ellos o a sus familiares trabajando en esa institución en la que tanto criticaban a la autoridad.
Siempre estamos censurando la corrupción porque la vemos en el otro y no en nosotros mismos. Siempre estamos criticando a nuestras autoridades y llamándolas corruptas, pero ¿acaso esto no es una manera de sentirnos menos responsables de la situación? ¿Acaso esto no es sentir que nosotros somos los buenos y ellos son los malos de la película? ¿Y qué hay de nuestra honestidad, de querer hacer bien las cosas?
Lo cierto es que con esas actitudes cualquier gobernante que ingrese seguirá haciendo lo mismo y nosotros también.
Entonces … ¿Por dónde empezamos? No hay una fórmula mágica, tampoco cambios significativos de la noche a la mañana. Debemos empezar por cambiar nosotros mismos y no echar la culpa a los demás. Un país, una región cambia, cuando su gente cambia. Las autoridades cambiarán en la medida que nosotros demostremos que somos honestos y no caemos ni toleramos actos de corrupción. En suma que no somos negociables.
Debemos predicar con el ejemplo. Nuestros niños son la reserva moral que tenemos y necesitamos, no los contaminemos. La política de la criollada no debe seguir ganando las elecciones. Ayudemos a bajar los niveles de corrupción. Nos merecemos un país más desarrollado, más justo, con mayores posibilidades para todos y no solo para unos cuantos.
Acaso no nos es familiar el dicho: “No importa que robe con tal que haga obras” es decir no importa que robe porque creemos que no es nuestro dinero el que se llevan y por lo tanto no nos afecta directamente, pero sí que haga obras en nuestro barrio, aunque los demás estén fregados y la autoridad siga robando. ¿Esto no es corrupción?
Veamos, si trabajamos en una institución pública o empresa y nos llevamos a escondidas: papel bond, lapiceros, perforadores y otros útiles de escritorio, para que nuestros hijos hagan las tareas ¿Eso no es deshonestidad?
Cuando nos pagan por trabajar ocho horas diarias y sólo lo hacemos cuatro horas porque el resto del tiempo nos la pasamos hablando por teléfono, enviando mensajes de texto a nuestros amigos y familiares, chateando en la computadora o haciendo los trabajos que nos dejaron en la maestría o en cualquier otro curso de capacitación ¿Acaso no es corrupción cobrar por lo que no trabajamos?
No nos gusta hacer colas y esperar nuestro turno, por eso siempre buscamos una forma ingeniosa para ser atendidos lo más pronto posible, aunque atropellemos los derechos de otros que están antes que nosotros. Dar “una propinita” al empleado público para que agilice nuestros documentos ¿Será corrupción?
Hay eternos dirigentes que año tras año dicen que defienden los intereses de la comunidad o del barrio. Hacen marchas, denuncias, van a los medios de comunicación, presionan y de pronto callan, desaparecen, sin embargo luego los vemos a ellos o a sus familiares trabajando en esa institución en la que tanto criticaban a la autoridad.
Siempre estamos censurando la corrupción porque la vemos en el otro y no en nosotros mismos. Siempre estamos criticando a nuestras autoridades y llamándolas corruptas, pero ¿acaso esto no es una manera de sentirnos menos responsables de la situación? ¿Acaso esto no es sentir que nosotros somos los buenos y ellos son los malos de la película? ¿Y qué hay de nuestra honestidad, de querer hacer bien las cosas?
Lo cierto es que con esas actitudes cualquier gobernante que ingrese seguirá haciendo lo mismo y nosotros también.
Entonces … ¿Por dónde empezamos? No hay una fórmula mágica, tampoco cambios significativos de la noche a la mañana. Debemos empezar por cambiar nosotros mismos y no echar la culpa a los demás. Un país, una región cambia, cuando su gente cambia. Las autoridades cambiarán en la medida que nosotros demostremos que somos honestos y no caemos ni toleramos actos de corrupción. En suma que no somos negociables.
Debemos predicar con el ejemplo. Nuestros niños son la reserva moral que tenemos y necesitamos, no los contaminemos. La política de la criollada no debe seguir ganando las elecciones. Ayudemos a bajar los niveles de corrupción. Nos merecemos un país más desarrollado, más justo, con mayores posibilidades para todos y no solo para unos cuantos.
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