Estamos cerca a la celebración de la Navidad. Las grandes empresas a través de la publicidad en los diversos medios de comunicación, nos inducen a comprar de todo.
Compra que es Navidad, compra que hay ofertas, compra para que gastes todo tu dinero y después de eso, no te preocupes, sigue comprando con tu tarjeta de crédito, aunque después no te alcance el sueldo para pagar las deudas navideñas.
Si es que no compras un panetón, no es Navidad. Si no compras pavo o lechón, no es Navidad. Si no le regalas a tu hijo ese juguete importado que está de moda y con sobreprecio, él sentirá que no es Navidad. Si nosotras no compramos esa joya o vestido que vimos en la vitrina, no será Navidad.
Los que apenan son los niños que con tanta ilusión piden a sus padres cosas que muchos de ellos no van a poder comprar. Me comentaba un chófer de bajaj que él alquila la movilidad a S/. 30 soles diarios y que habían días que no sacaba ni para “parar la olla”, es decir, ni para cubrir la alimetación del día siguiente. Su hijo pequeño le había pedido que le compre una bicicleta de una marca reconocida que costaba S/. 500 soles. Obviamente le era imposible comprarle una. Se sentía mal por tener que desilucionar a su hijo, al decirle que no podría comparle la añorada bicicleta. ¡Cómo no gano más dinero! – se lamentaba.
Así como ese padre, existen en nuestro país, muchas personas que no ganan lo suficiente como para comprarle el juguete deseado a sus hijos. Es precisamente la Navidad una fecha en donde se hace evidente las diferencias abismales entre las personas que tienen mucho dinero y aquellas que no lo tienen.
La Navidad es una época donde se hace visible la desigualdad de ingresos que tenemos los peruanos. La Navidad es también una época de competencia, donde algunas personas quieren demostrar a otras que pueden gastar, que tienen poder adquisitivo. Es una época de competencia de familiares y amigos, de quién compra el mejor regalo o el regalo más caro. Algunos se contentarán sólo con observar las vitrinas que exhiben el juguete deseado, con la esperanza que algún día lo puedan comprar.
Y es de eso que quiero reflexionar. Las empresas nos meten en la cabeza que Navidad es comprar. Las grandes tiendas no sólo nos ofrecen engañosas ofertas, sino además manejan un sistema de créditos con tarjetas de sus tiendas o supuestos descuentos por el uso de ellas, que al final terminamos pagando más de lo necesario. Pero no importa es Navidad. Si no compras, ellos te hacen sentir una persona marginada, especialmente nuestros niños. ¡Qué difícil es que comprendan a esa temprana edad, cómo opera el consumismo!
Cómo me gustaría volver a esos tiempos donde la Navidad era estar en familia. Son muy pocas las familias que se resisten a comprar por influencia de los medios o por presión de amistades y familiares. Son muy pocas las familias que todavía creen que Navidad es estar reunidos en familia y mejorar sus lazos afectivos, aún cuando no compres un panetón, chocolate o pavo.
Cuántos recuerdos hermosos de la familia reunida, llegando desde muy lejos para pasar juntos ese día. Navidad es Jesús, aún cuando sólo lo tengamos de adorno en la sala o lo llevemos a la Iglesia para luego hacer una gran fiesta en su nombre. No nos dejemos seducir por el consumismo, pensemos bien antes de comprar y si no tenemos dinero, no se preocupe ni se sienta mal, porque la Navidad no es sólo comprar.
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