Cuántas veces hemos escuchado o habremos dicho que
buscamos a nuestra “media naranja” haciendo alusión a encontrar una pareja que
sea nuestro complemento.
Sucede que a veces creemos con firmeza que nuestra
felicidad depende de la otra persona y cuando la encontramos empezamos a
generar dependencia emocional.
La dependencia emocional es una necesidad afectiva que
resulta excesiva y que tratamos de cubrirla de una manera inadecuada,
idealizando a la pareja.
Estas personas son absorbentes, lo que comúnmente llamamos
“pegajosas” “camotudas”. Personas que quieren saber al detalle que cosa hace su
pareja durante el día o llaman a su celular a cada momento, hasta el hartazgo. Su
inseguridad es inmensa.
Estas características aparecen desde la infancia. Muchas
veces producida por niños carentes del amor de los padres, de relaciones frías,
distantes, de padres autoritarios, o al contrario, de la sobreprotección por
quienes fueron criados, causándoles temores e inseguridades.
Actualmente cuando padre y madre trabajan fuera, es
probable que lleguen cansados a la casa y les presten poca atención a los
hijos, quienes están ávidos de ser acariciados, engreídos. Es mucho más fácil
para los padres en estas circunstancias, compensar esa falta de demostración de
afecto, comprándoles cosas materiales.
Cuando llegan a ser adultos, esa inseguridad la traslada
a las relaciones de pareja. Se enamoran de una persona apenas la conocen, no
conciben la vida sin estar al lado de ella. Se proyectan, piensan que ya están
casados, con hijos y quizás, la otra persona no guarde el mismo interés, sino
al contrario, se intimide y quiera terminar la relación.
La dependencia emocional se vuelve como una especie de
adicción comparada a la del alcohol o el tabaco. Conocí a una joven con esas
características. Trabajábamos en la misma oficina. Todo el día hablaba de su
enamorado, hablaba de sus virtudes, pero también de sus defectos. No veía la
hora en que sea la salida para encontrarse con su pareja. Media hora antes de
la salida, se iba a los servicios higiénicos para arreglarse, maquillarse
frente al espejo. Desbordaba de felicidad con solo pensar que se iba a
encontrar con él.
Si ella lo llamaba y él no estaba o no contestaba el
teléfono, se imaginaba lo peor. Si ella
le proponía ir al cine o de compras y él no podía por trabajo o porque tenía un
compromiso familiar, ella se descomponía totalmente. Sufría, lloraba, tenía
muchas inseguridades. Cuando se terminó la relación tuvimos que apoyarla; sin
embargo al poco tiempo inició una nueva relación y su comportamiento fue el
mismo. El problema no estaba en la pareja sino en ella misma.
Las personas dependientes emocionales, tienen miedo de
perder a su pareja y empiezan a convertirse en personas sumisas, empiezan a
vestirse y a actuar como la otra persona quiere que lo haga. Van modificando su
comportamiento y dejan de ser lo que realmente son, generándoles más ansiedad y
depresión.
Lo positivo es que esta dependencia emocional se puede
superar con ayuda profesional. Lo primero es que nos demos cuenta que estamos
envueltos en una relación que nos hace daño. Luego tener el valor de cortar esa
relación, por más dolorosa que sea, y a partir de ello, empezar a hacer cambios
en nuestra vida. Cuando empecemos a sentirnos que somos libres emocionalmente,
nos volveremos a sentir felices y ya no buscaremos a nuestra media naranja,
sino a la naranja entera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario