El libro contiene deberes morales del hombre hacia Dios, con la sociedad, nuestros padres, la patria y para nosotros mismos. Luego indica las normas de aseo personal, cómo conducirnos en nuestras relaciones sociales, ya sea dentro de casa como anfitriones o fuera de ella en eventos sociales.
En aquella época que Carreño escribió su manual, era muy importante saber algunos detalles como el no hablar con la boca llena de comida, no poner los codos en la mesa, colocar las servilletas de tela sobre las piernas y nunca mancharlas con lápiz de labios, que las copas así, que los cubiertos asá y que los platos acullá.
Anteriormente nuestros padres se preocupaban porque tuviéramos buena letra y nos compraban los dichosos cuadernos de caligrafía en los que teníamos que dibujar y practicar las letras del abecedario. Pasábamos horas y horas ejercitando nuestras manos y era una condición para que nos dejaran salir a jugar.
Hoy ya no es tan importante tener buena letra porque con el uso de las computadoras muy poco escribimos manualmente. ¿Y de la ortografía? Para eso están los correctores ortográficos. Hoy más importante que tener buena letra es saber redactar, analizar y tomar decisiones.
Sin embargo, desde la época que se escribió ese famoso manual muchas cosas han cambiado, resultando en la actualidad obsoleto en una gran parte de su contenido. Hoy nuevos usos y costumbres nos identifican, como por ejemplo el masivo uso de los celulares y de internet.
Actualmente nos comunicamos por correo electrónico. Sin embargo es necesario tener en cuenta algunas reglas de buenas costumbres como por ejemplo:
Cuando una persona nos envíe un correo responderle lo más pronto posible. Se considera una falta de consideración cuando no se responde. Debemos tener en cuenta que la persona que nos escribió está pendiente de nuestra respuesta. Cuántas veces tenemos que reenviar el correo por falta de respuesta. Cuántas veces nos encontramos posteriormente con la persona y le comentaos que le enviamos un correo y nos responde “si, lo leí, me olvidé de responderte o no tuve tiempo para hacerlo”.
Algo muy negativo es reenviar los correos que confidencialmente nos envían nuestros amigos. Es de muy mala educación y en algunos casos falta de discreción y de lealtad, reenviar los correos personales que de buena fe y confiando en nuestra reserva nos envían algunos familiares o amistades sobre algún problema o situación que están atravesando. Si alguien confía en nosotros, limitémonos a darle un buen consejo o apoyo, pero jamás hacerlo público reenviando a otras personas.
El uso del celular ha acortado distancias, es funcional y podemos comunicarnos rápidamente con quien queremos hablar. Sin embargo en este punto también hay algunos detalles que observar:
Cuando alguien nos llame y es una persona conocida, si es posible contestarle inmediatamente el teléfono; pero si estamos en una reunión o no podemos hacerlo de momento, igualmente contestarle comunicándole que no podemos hablar, pero que más tarde le devolveremos la llamada. Caso contrario, para no incomodar a nadie, es mejor tener el celular apagado.
También es de muy mala educación no devolver las llamadas pérdidas registradas en nuestro celular, sobre todo cuando son números de personas conocidas. He escuchado varias veces comentar “si quiere hablar conmigo, que me vuelva a llamar, no voy a gastar mis llamadas”. ¿Y las llamadas misias? Esto se refiere a las personas que nos llaman y al primer timbrado cortan para que nosotros le devolvamos la llamada y así ahorran en la facturación.
Como observamos, se requiere con urgencia un nuevo manual que se ajuste a la realidad. Un nuevo manual donde la informalidad ya no se considere “light”, donde observar normas de cortesía ya no sea de “anticuados”, donde ser amable y cortés no sea “de monses”. Un manual que regule las relaciones personales en un mundo lleno de celulares e internet.
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